JOSE ANTONIO SIMPLEMENTE EL JEFE NACIONAL
He querido esperar a que los camaradas se
desahogasen en las redes contándonos todo lo bueno que se pueda decir de este
personaje irrepetible, a mi entender, y eso es lo que importa o debería importarnos,
el político que mantuvo una filosofía
innegociable, a la vez de una evolución permanente hacia posiciones más
comprometidas socialmente, que fue asumiendo como propias, dándoles un toque
personal e intransferible. Y en los tres años que los abuelos de los de la
Memoria Histórica le permitieron vivir, sin perder la integridad que propugnaba
desde el pequeño grupo que había fundado, se encontró a camaradas como Ramiro,
que le dio a conocer un matiz revolucionario que la falange necesitaba, sin
moverse un ápice de su fondo humano y político, le fue penetrando como pócima
mágica la savia nueva de la revolución.
Causas que nunca han sido lo suficientemente
explicadas, alejaron a estos dos revolucionarios, eligiendo cada uno caminos
distintos, con un rescoldo de orgullo herido de por medio, que les impidió no
dar más contenido a su proyecto, al que le faltaba la unión de la inteligencia intrínseca,
el carisma y el verbo fluido de José Antonio, con el menos atrayente Ramiro,
que sustituía esta carencia de enardecimiento de las masas con el tesoro
impagable de su caminar por los caminos de la revolución.
Hace mucho tiempo ya, que llegué a la conclusión que
el corral era demasiado pequeño para albergar al mismo tiempo a gallos de semejante
tamaño.
José Antonio, no nos engañemos, entro en el mundo
para él desconocido en su faceta destructora de la praxis política, casi por
impulso una vez que desde la tribuna de los medios y como no, a sus intervenciones
públicas, defendiendo la memoria de su padre. A los que son tan aficionados a
la presencia de nuestro Fundador en fotografías en distintas poses, les recomiendo
una, en la que en su sombrío rostro se le percibe un rictus amargo, al recibir
a la entrada de la antigua estación del norte de Madrid, el pésame del Rey, a
la llegada de los restos mortales de Don Miguel, procedentes del exilio. La
mirada, perdida, le confiere un aspecto humano, del que está recibiendo el
pésame por el fallecimiento de su padre por parte del que unos meses atrás lo
había traicionado.
José Antonio, desde los luceros, ignoro que opinión
le merece el caminar de los que nos decimos sus seguidores. En especial en el
aspecto social de su obra, el otro el de la gaita, está interpretado hasta la
saciedad. Sin embargo el de la lira, para muchos, el mas difícil de asumir y le
buscan matices exculpatorios para no andar por esos derroteros.
De verdad, querido Jefe, que no soy muy dado a la
lisonja, pero aquí me tienes ad libitum, siempre a tus órdenes y al servicio de
nuestra España, de la que un día mas tranquilo, te daré pelos y señales, ante
el temor de que desde los luceros tengas una percepción distinta de las cosas.
Un abrazo de parte de este falangista de pueblo. ¡ah! Se me olvidaba, perdona
por no colgarme llaveros ni beberme botellas de vino con tu rostro grabado en
ellas. También te pido, que seas benevolente, con tus militantes de la Auténtica,; si esa que dió tanta guerra, porque fieles a su estilo con romper con los moldes, nos fuimos a una cena de hermandad, donde te recordamos entre canciones en vez de llevarte las cinco de rigor. No tenemos remedio
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