lunes, 10 de diciembre de 2012

POR DESGRACIA FUE SOLO UN SUEÑO




POR DESGRACIA FUE SOLO UN SUEÑO

Según tengo entendido, los sueños son representaciones gráficas de situaciones queridas u odiadas, cuya duración es igual al tiempo en que un ruido te despierta y vuelves a la realidad por dura que esta sea. Algo de eso me paso hace poco.
Se conoce que sin duda influenciado por los últimos acontecimientos, internos y externos, mi mente ha estado ocupada analizando todo lo que se movía alrededor de mi hábitat habitual, que no es otro la trilogía formada por mi ordenador, que utilizo para mis escritos; El Bar Capote, nota frívola del día, donde con mi tercio de amigos, de alguna manera le tomo el pulso a  las noticias que se hayan ido produciendo a lo largo de la mañana y las últimas presentaciones de mi libro, La Dignidad de la Pobreza.
En busca del descanso  reparador (apenas duermo cuatro horas por la noche,) estaba tan plácidamente descabezando un sueño en el sillón que tengo al efecto.
Sin saber como,, una figura se me apareció nítidamente por lo que pude distinguí a Mariano Rajoy, que hablaba con los medios de comunicación para informarles que venía de presentar al rey su dimisión. Minutos antes el monarca con las facultades algo deterioradas, la gente se piensa que es como consecuencia de su vida licenciosa, lo escuchaba con atención y pesar.
La razón era que Cataluña y el País Vasco habían declarado unilateralmente la independencia y él, no quería pasar a la historia como el Presidente del Gobierno que había hecho, ejecutando las medidas que la Constitución le permitía, entrar en razón tanto a los políticos catalanes como a los vascos, y que nada mas tendría que meter en la cárcel a un docena de ellos.
Mariano Rajoy era un hombre al que no le gustaban que le complicaran la existencia con estas cosas, para él, lo importante era salvar los escollos que impidiesen llevar a cabo el rescate que iba a sacar a España de la quiebra. En Europa le habían dicho: o reforma de la Administración del Estado o rebaja de las pensiones. No lo pensó ni un momento: las pensiones; como demonios se iba a meter él con las autonomías y ayuntamientos sobredimensionados. Como iba a cargarse a las televisiones públicas, quitar las subvenciones a los sindicatos y partidos políticos, estaría loco. Toquemos un poco las pensiones rebajando la inflación de noviembre y ya está. Luego Dios proveerá y lo que le ha mandado  es una sedición en toda regla. Y por ahí, el pobre, ya no puede pasar. Así que no le quedó más remedio que dimitir.
El rey bien podría haber hecho uso de sus prerrogativas y mandar al ejército a que cumpliera con uno de sus deberes constitucionales, pero se acordó de su abuelo y pensó que no “iba a provocar el enfrentamiento entre españoles”. Y preferió quedarse como rey de una parte mínima y estar tranquilo a pelearse con los catalanes, sea que la tomen con su hija que vive allí.
Entonces había decidido poner tierra de por medio, y tras efectuar la visita de rigor a Cartagena, tomarse unos añitos sabáticos. Con lo que había ahorrado de los negocios tendría suficiente para sus cacerías de leones o de conejos, según se terciase
¿Estaría todo perdido? ¿Había saltado España rota en mil pedazos? ¡Que pesadilla!.
No estaba todo perdido: sonó el teléfono y una voz conocida con un ceceo característico, me ordenó, que me pusiese en contacto con una reunión que desde hacía algún tiempo se venía celebrando entre todos los grupos falangistas mas otros muchos no adscritos, se habían puesto de acuerdo y habían presentado una propuesta de reconducción de la sociedad, y la mayoría de las agrupaciones la habían asumido y tras consulta con todos los estamentos de poder, habían asumido el Gobierno de la Nación.
En ese instante, Mari, me zarandeó y me despertó del maravilloso sueño. “Pedro, ¿hoy no te piensas levantar? Vamos que es muy tarde”.

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