POR DESGRACIA FUE SOLO UN SUEÑO
Según tengo entendido, los sueños son
representaciones gráficas de situaciones queridas u odiadas, cuya duración es
igual al tiempo en que un ruido te despierta y vuelves a la realidad por dura
que esta sea. Algo de eso me paso hace poco.
Se conoce que sin duda influenciado por los últimos
acontecimientos, internos y externos, mi mente ha estado ocupada analizando
todo lo que se movía alrededor de mi hábitat habitual, que no es otro la
trilogía formada por mi ordenador, que utilizo para mis escritos; El Bar
Capote, nota frívola del día, donde con mi tercio de amigos, de alguna manera
le tomo el pulso a las noticias que se
hayan ido produciendo a lo largo de la mañana y las últimas presentaciones de
mi libro, La Dignidad de la Pobreza.
En busca del descanso reparador (apenas duermo cuatro horas por la
noche,) estaba tan plácidamente descabezando un sueño en el sillón que tengo al
efecto.
Sin saber como,, una figura se me apareció
nítidamente por lo que pude distinguí a Mariano Rajoy, que hablaba con los
medios de comunicación para informarles que venía de presentar al rey su
dimisión. Minutos antes el monarca con las facultades algo deterioradas, la
gente se piensa que es como consecuencia de su vida licenciosa, lo escuchaba
con atención y pesar.
La razón era que Cataluña y el País Vasco habían
declarado unilateralmente la independencia y él, no quería pasar a la historia
como el Presidente del Gobierno que había hecho, ejecutando las medidas que la
Constitución le permitía, entrar en razón tanto a los políticos catalanes como
a los vascos, y que nada mas tendría que meter en la cárcel a un docena de
ellos.
Mariano Rajoy era un hombre al que no le gustaban
que le complicaran la existencia con estas cosas, para él, lo importante era
salvar los escollos que impidiesen llevar a cabo el rescate que iba a sacar a
España de la quiebra. En Europa le habían dicho: o reforma de la Administración
del Estado o rebaja de las pensiones. No lo pensó ni un momento: las pensiones;
como demonios se iba a meter él con las autonomías y ayuntamientos
sobredimensionados. Como iba a cargarse a las televisiones públicas, quitar las
subvenciones a los sindicatos y partidos políticos, estaría loco. Toquemos un
poco las pensiones rebajando la inflación de noviembre y ya está. Luego Dios
proveerá y lo que le ha mandado es una
sedición en toda regla. Y por ahí, el pobre, ya no puede pasar. Así que no le
quedó más remedio que dimitir.
El rey bien podría haber hecho uso de sus
prerrogativas y mandar al ejército a que cumpliera con uno de sus deberes
constitucionales, pero se acordó de su abuelo y pensó que no “iba a provocar el
enfrentamiento entre españoles”. Y preferió quedarse como rey de una parte
mínima y estar tranquilo a pelearse con los catalanes, sea que la tomen con su
hija que vive allí.
Entonces había decidido poner tierra de por medio, y
tras efectuar la visita de rigor a Cartagena, tomarse unos añitos sabáticos.
Con lo que había ahorrado de los negocios tendría suficiente para sus cacerías
de leones o de conejos, según se terciase
¿Estaría todo perdido? ¿Había saltado España rota en
mil pedazos? ¡Que pesadilla!.
No estaba todo perdido: sonó el teléfono y una voz
conocida con un ceceo característico, me ordenó, que me pusiese en contacto con
una reunión que desde hacía algún tiempo se venía celebrando entre todos los
grupos falangistas mas otros muchos no adscritos, se habían puesto de acuerdo y
habían presentado una propuesta de reconducción de la sociedad, y la mayoría de
las agrupaciones la habían asumido y tras consulta con todos los estamentos de
poder, habían asumido el Gobierno de la Nación.
En ese instante, Mari, me zarandeó y me despertó del
maravilloso sueño. “Pedro, ¿hoy no te piensas levantar? Vamos que es muy tarde”.
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