HAMBRE Y CODICIA
El fantasma del hambre golpea con
insistencia a la puerta de muchos hogares españoles. Si antes se podría
considerar el hecho de un modo metafórico, al día de hoy es una realidad en
el sentido literal de la frase.
Son muchos los españoles que se
levantan después de una noche de pesadilla, pensando de qué forma podrían
conseguir algo tan elemental como lo esencial para poder alimentarse aunque sea
de una manera precaria. Por desgracia la solución a su problema es cuanto menos
complicada.
Que se llegue a estos extremos en
pleno Siglo XXI, ya es de por sí grave; pero lo es mucho mas si se da el caso
que cerca de estas personas viven en la opulencia la casta de los cargos
públicos corruptos y toda la chusma de adláteres que pululan a su alrededor con
el fin de recoger los frutos que amablemente les cedan como premio a su
complicidad y silencio. Indeseables “trincones” que permanecen impasibles sin
importarles que parte del pueblo sufra penuria económica.
Depredadores de los caudales públicos
de propiedad común, que un día los recibieron para su fiel custodia y adecuada
gestión y en ningún caso para lucrarse con los mismos de manera indecente.
Y si por casualidad alguna vez son
cogidos en algún renuncio, el importe de su fechoría quedará a buen recaudo en
cualquier paraíso fiscal, dándose la paradoja de que ni en esos términos
reponen lo conseguido de manera ilegal.
Es tan alta la cifra de españoles en
el paro, se ha deteriorado tanto la situación, que los que van quedando (cada
vez menos) con un trabajo fijo y bien remunerado, se han convertido en una
clase de privilegiados
Para el resto de los trabajadores la
situación es mas difícil. Y si no que se lo pregunten a los numerosos
“mileuristas” que a duras penas consiguen estirar su maltrecha economía hasta
el final de la primera quincena del mes. O los que han finalizado de cobrar el
subsidio por desempleo y pasan a
engrosar las filas de los de la llamada ayuda familiar. Y por último lo mas
espeluznante: hombres y mujeres que no cobran ni un solo euro y se tienen que mover en medio de la mayor de
las indigencias.
Ataviados con ropas que en su día
significaron la prueba de su bonanza económica, hoy ajadas por su uso
continuado, vagan por las ciudades hurgando en los contenedores de basura
próximos a los establecimientos de alimentación, en busca de algo que llevarse
a la boca, no importándoles el estado de salubridad de la pieza conseguida. Los
hay que acompañados de su familia, han abandonado las casas que con el esfuerzo
de su trabajo estaban pagando y se han visto obligados a refugiarse en las de
sus padres, para poder malvivir de la pensión de los ancianos, obtenida como
recompensa tras muchos años de trabajo.
Este desatino favorece la creación de
divisiones dentro de la sociedad con la aparición de nuevas clases que se
fundamentan en su mayor o menor posibilidad para encarar el dilema de la
subsistencia y que a la postre desembocaran, primero en el rencor y,
posteriormente, en el enfrentamiento.
Cualquier persona con sentimientos
dentro de su ser, se le cae el alma a los pies si pasa por un establecimiento
de Cáritas, viendo a familias enteras esperando el maná en forma de alimentos y
ropas.
Por último voy a citar una frase que
mi abuelo, le decía a mi abuela: “Procura que a tus hijos nos les falte nunca
la comida, que el hambre es muy mala consejera”
Soy creyente y se acercan las fiestas
mas importantes de la cristiandad, por eso siento el tener que escribir sobre
nuestra triste situación. Que el Niño Dios, se apiade de los niños españoles, y
pese a todo, FELIZ NAVIDAD
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