EL LOCAL DE LA CALLE DEL PEZ Y SUS INQUILINOS
SEGUNDA PARTE
Antes de seguir con el paseo, hago constar, que la
camarada Camino, me indica que no he dicho que el edificio se caía a cachos.
Pues bien, dicho queda, en honor a la verdad.
También, el hacer referencia a los porteros de la
finca, que nos daban palmaditas en la espalda y confesaban su
nacionalsindicalismo de siempre, y luego nos enteramos, que el portero, en su
trabajo exterior, nos ponía a parir y les recordaba a sus compañeros su
comunismo mas sentido.
Siguiendo con el tema que nos ocupa, una vez dentro
del local, a mano izquierda y sobrepasado el lúgubre despecho de las “armas”,
al fondo se situaba la parte dedicada a la Jefatura Nacional y el salón de
actos, de ingrata memoria, por los hechos que allí se desarrollaron, que ahora
no vienen al cuento.
En
la antesala del despacho del Jefe Nacional, se encontraba la secretaría, en
donde el camarada Manuel Díaz
Cordobés (con b) desarrollaba toda la labor administrativa del Partido y como
no sería su identificación con el cargo que
ocupaba, que yo al principio pensara, que era un oficinista renumerado por
su labor. Los días en que el Jefe Nacional se encontraba en Madrid (residía en
Pucela) un fornido guardaespaldas se colocaba a las puertas del despacho.
Poco mas se puede decir de esta parte del local,
exceptuando y haciendo hincapié en el crujir de las baldosas del suelo, si la
presencia de camaradas aumentaba por cualquier motivo. Dios, en este caso fue
Misericordioso y no mandó a los falangistas valerosos a hacer una visita
inesperada al vecino de abajo.
Deshagamos el recorrido y de nuevo nos situamos en
la puerta de entrada. A mano derecha se ubicaba el despacho de la Secretaría
provincial de juntas locales (Pueblos) con el ínclito Aurelio Suárez al mando
de las operaciones. Auxiliado por José Manuel, al que Aurelio llamaba “pata
chula”, no se como coño se las apañaba, pero tenía el despacho a tope de
camaradas de las distintas Locales de la provincia. Aparte de cualquier otro
camarada que tuviese ganas de hablar, ya que Aurelio era y deseo que sea, un
gran conversador. Lo que le permitía su “delicado estado de salud” que tenía
preocupado hasta el mismo Narciso. Gracias a Dios los análisis efectuados,
demostraron que gozaba de una excelente salud. Otro tema estelar en el
despacho, era el tira y afloja entre Aurelio y los Jefes Locales como
consecuencia del retraso en el pago del material de propaganda.
Todo muy planificado y sujeto a la consideración y
cariño de la Divina Providencia.
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