martes, 10 de enero de 2012

A VICENTE MARTINEZ PARRA




ESPERANZA DE FUTURO

A mi entender el futuro que se vislumbra no es para sentirnos muy esperanzados. Se encuentra en una tensa vigilancia, esperando a que los hombres decidan que camino van a seguir para ofrecérselo a nuestros descendientes.
Hay que decir que el hombre portador de valores trascendentes, tiene ante sí la oportunidad, bien para dejarlo sin sustancia alguna, amorfo y sin unas líneas maestras que le guie; o por el contrario, que entre podredumbre materialista y gregaria, surja una luz, en principio tenue, que anuncie la buena nueva del cambio deseado y que paulatinamente irá creciendo en intensidad, para finalmente alcanzar una luminosidad sin límites.
Este cambio en la incidencia del hombre en la sociedad, tendrá que realizarlo un grupo cohesionado, que camine en la misma dirección y que comparta idéntico objetivo a lograr. El tratar de acometer la difícil tarea desde una posición individualista que raye en el egoísmo, no es solo una misión imposible, sino que llevara aparejado la destrucción política del que ose intentarlo.
Soy conocedor de que la empresa será ardua y complicada, pero a la vez sugestiva y de un valor incalculable. Las malas hierbas representadas por el hedonismo, el nihilismo y el relativismo, han jugado un papel corrosivo disfrazado de falso bienestar que ha convertido a los hombres en adversarios por el poder, el lujo o la riqueza. En enemigos irreconciliables por el logro de las cosas materiales. Y es aquí, donde el hombre como ser inteligente y dotado de un alma inmortal, está en disposición de corregir el rumbo de lo que el futuro nos pueda deparar.
Frente al bienestar materialista, deberá incorporar el bienser; que es el compendio de los dos factores indispensables para que la libertad sea plena y la convivencia apacible: la dignidad y la integridad.
Razón filosófica, no para buscar el enfrentamiento sin mas con el gozo y disfrute de los placeres terrenales, sino que ambos términos formen una urdimbre que recoja los ingredientes de ambas maneras de entender la vida y huyendo de los extremos excluyentes que a nada conducen propongan una sociedad basada en un modelo revolucionario para la fraternidad.  Con estos parámetros, entiendo que el hombre, como lo concibe la doctrina falangista, estará en disposición de empezar a construir el edificio de un futuro cierto. Una convivencia comunitaria entre personas, basada en la cooperación desinteresada de todos, teniendo como patrón, el de dar de acuerdo con sus capacidades y recibir según sus necesidades; con una severa “acción en vigilando” que impida que los parásitos, los zánganos y convidados lleven una vida relajada a costa del esfuerzo de los demás.
Por último, desde mi posición de creyente, que no de clerical, considerar a la doctrina cristiana como un elemento d.  e concordia entre todos, por llevar en su Doctrina, la filosofía pura del bienser. Y por supuesto, sin tratar de imponer obligaciones religiosas a nadie, ni inmiscuirse en temas de fe, que solo afectan A la persona como tal




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