LA CRUELDAD HUMANA
A mi camarada Maria Luisa Smets
Las fiestas de la Navidad significan para mi y los
que compartimos la fe cristiana unos días de encuentro familiar para celebrar
el Nacimiento de Jesús.
Las calles se engalanan (mejor dicho se engalanaban)
y la alegría y el jolgorio, se extendía por toda España.
Junto a estos rasgos positivos, se produce año tras
año, un hecho que pone de manifiesto la crueldad de algunas personas, que tras
adquirir un cachorro de perro como regalo para sus hijos, les permite que lo
traten como si de un juguete de plástico se tratara.
Todo va bien los primeros días de vacaciones, pero
superada la emoción por la novedad, los niños, se hartan del que a buen seguro
se convertiría en su más fiel y cariñoso compañero.
El “ya te lo dije” por parte del padre; o el “yo no
aguanto a ese chucho en mi casa” que una y otra vez exclama la madre, va convirtiéndose
en la rampa de salida, que inexorablemente terminará con el abandono a su
suerte del pobre animal en algún descampado de las afueras.
Hambriento, sucio y en muchas ocasiones golpeado,
vagabundea enloquecido por todos los lados, hasta que un coche, alguna alimaña
o la inanición acaba con su corta vida. Él no había pedido a nadie que lo
sacara de la jaula en la que estaba depositado para su gestión de venta como
los esclavos de la antigüedad. La
satisfacción de un capricho infantil, respaldado por la inconsciencia de un
mayor, le había llevado a la situación extrema antes narrada.
No obstante con ser esta una barbaridad evidente,
los que vivimos en las zonas rurales presenciamos, por desgracia, un
espectáculo, que por su crueldad sin límites nos produce rabia e impotencia por
no poder hacer mucho para subsanar la tropelía.
En este caso se trata de los perros galgos que son
los que con mas frecuencia sufren en sus carnes la barbarie humana.
Criados y alimentados para ser utilizados en la caza
de otros animales, o compitiendo en carreras con otros perros de su especie,
una vez que debido a su edad, o por haber sufrido alguna lesión que merme sus
facultades físicas, serán ahorcados sin misericordia, muertos a palos o
abandonados a su suerte en los campos del entorno.
Se les puede ver husmeando en los cubos de la
basura, tratando de encontrar algún resto orgánico con el que mitigar su
hambre. Siempre mirando receloso por si aparece alguien, emprender la huida, al
estar acostumbrados a que, por regla general si alguien se les acerca será para
propinarles algún golpe.
Estos animales, por lo que yo tengo entendido,
deberían de portar un chip en el collar por lo que se les podría reconocer.
Ignoro el estado de la ley al respecto, pero lo que si estoy convencido que
como en otras muchas cosas, si los políticos en sus programas llevaran
incluidos sanciones administrativas y penales para todo aquel desalmado de
maltrate a un perro, otro gallo nos cantaría.
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