domingo, 25 de diciembre de 2011

LA ESTRATEGIA DE QUEIPO DE LLANO VERSION CHRYSLER ESPAÑA

Como es sabido, el General Queipo de Llano, al principio de la Guerra Civil, se valió de una estratagema consistente en aparentar que contaba con una fuerza numerosa, dispuesta a acabar con cualquier atisbo de resistencia por parte de los milicianos del Frente Popular. La realidad es que solo contaba con unas docenas de legionarios mas algunos falangistas, que se habían sublevado. Ni corto ni perezoso metió a las menguadas fuerzas en unos camiones que se dedicaron a dar vueltas por Sevilla, con dos legionarios sentados en la parte posterior, dando la impresión de que el camión iba atestado de sublevados. Así, de esta manera, el General, ganó la plaza de Sevilla para el ejército de Franco.
Viene esto a cuento con la peripecia que montamos el camarada Esteban Flores y yo, a cuenta de la organización a nivel sindical llevada a cabo por la dirección de Chrysler España, auspiciado por el gobierno Suarez y las centrales sindicales, entonces en embrión.
En la famosa transición, la regulación de la actividad sindical se considera urgente y prioritaria por parte de todos los poderes políticos y sindicales.
Muerto el Jefe del Estado y desmantelados los sindicatos del Régimen, se originó un vacío de poder sindical, que en principio no se le veía tuviese una salida fácil.
Los obreros y empleados en las grandes compañías multinacionales, entre ellas Chrysler España, que era la mía, decidieron resolver la ecuación de la siguiente forma: se crearían unos entes llamados Comité de los Trabajadores que serían independientes de las centrales sindicales al uso. La dirección de los mismos la formarían aquellos que mas votos consiguiesen. Separando los trabajadores manuales de los técnicos y administrativos. Los de Comisiones, UGT, SU, y CSUT, elaboraron listas conjuntas, pero no contaban con que el sistema era el de listas abiertas y se podían tachar o añadir a las listas los nombres de los trabajadores que deseasen.
Mis compañeros me otorgaron su confianza y fui el mas votado de administrativos y técnicos, por lo que pasé a formar parte del llamado Comité Central. En la fábrica, al publicarse la lista de los elegidos aparecía mi nombre y al lado el de la Central Sindical a la que pertenecía: CTS.
Hasta ahora, todo entra dentro de unos cauces normales. Vayamos con lo paranormal.
Resulta ser, que la CTS la formábamos Esteban Flores y yo. También estaba Camilo, que trabajaba en la fábrica, pero nunca quiso involucrarse, por lo que solo contábamos con su apoyo moral. Al principio éramos tres, porque a  Esteban y a mi había que sumar a Manolo Pérez Espinar, que al poco tiempo, se fue a militar a la CNT. Lo de Esteban al que le llamábamos “El tupa” era de matrícula de honor.
Los carteles de la Auténtica y el Sindicato, aparecían por toda la fábrica y parecía que éramos muchos mas.
Gracias a esto, la Auténtica y la CTS, tuvimos voz en las asambleas que se formaban y como no sabían el número de efectivos, nos respetaban y a mi, me incluyeron en la comisión de aprendices, acompañado por uno de la LCR otro del SU y otro de CCOO. Casi nada al aparato.

Aquello era demasiado bonito para que continuase mucho tiempo. La empresa convocó a todos los representantes sindicales, para empezar a preparar las elecciones, con lo que el sindicalismo asambleario tenía las horas contadas.
Los representantes de los  sindicatos fuimos llamados a una reunión con el Director de Personal, Sr. Calleja. Al comienzo de la reunión nos informó de las decisiones que patronal, partidos mayoritarios y centrales sindicales habían tomado con respecto a la supervivencia del sindicalismo asambleario. Añadiendo, que el statu quo de entonces era insostenible. Todo el permaneció callado, excepto yo, que me dirigí a las dos partes y les pregunté que si eran conscientes de que con esas medidas se acababa la democracia sindical. Nadie contestó nada. Entonces el Sr. Calleja nos convocó a otra reunión para hacer recuento del número de afiliados que teníamos cada uno.
Yo le dije al “Tupa”, que sembrara la fábrica de carteles con una única inscripción: libertad sindical y nuestro anagrama. Su labor la facilitaba el hecho de que trabajaba en la imprenta de la fábrica y sindicalizaba el material. No menos de 200 carteles, aparecieron distribuidos por todas las plantas.
En la reunión para el recuento, se produjo un hecho surrealista: El Director de Personal nos fue preguntando a los representantes el número de afiliados, empezando por CCOO, que dijo tener 6000 afiliados. Yo comencé a anotar el número. UGT, confesó contar con 4500; CSUT, 1200 y el SU, 800. Entonces llego mi turno y el Sr. Calleja me preguntó a mi. Le pedí que esperara un momento y procedí al recuento: en fábrica, trabajábamos 13000 personas; como quiera que los anteriores intervinientes habían declarado unos efectivos de 12500 afiliados, me levanté y dije lo siguiente: “si tenemos en cuenta las cifras que mis compañeros han ofrecido que entre todos alcanzan los 12500 afiliados, me quedan libres, 500 y esos son míos y no me los quita nadie.”
El amigo Calleja, un poco contrariado me dijo que allí se iba a hablar en serio; yo le contesté antes de abandonar la reunión: ¿Y Vd. Cree de verdad, que lo que han dicho los compañeros va en serio? Buenas tardes a todos. Y me fui

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