viernes, 23 de diciembre de 2011

ASALTO AL MINISTERIO DEL INTERIOR

Una de las anécdotas mas curiosa de las acontecidas cuando el conflicto sobre a quien le correspondía llevar el nombre de Falange Española de las JONS Autentica, fue la sucedida en la víspera de Reyes del año del enfrentamiento a finales de los 70. Se acercaban las elecciones y los dos grupos reclamaban su derecho a llevarlo.
A primeras horas de la mañana, Mari, mi mujer, recibe una llamada de Narciso que le dice que se vaya inmediatamente a casa de este, en el Barrio del Niño Jesús. Mari me llama al trabajo para decirme que se va. Conociendo a Narciso y tal y como se estaban desarrollando los hechos solo dije: ¡Dios mio!
Entonces teníamos dos hijos: un niño de 6 años y una niña de 4. Mari se fue a casa de mis suegros en donde dejo a la niña y caminó a casa de Narciso con el niño.
Al llegar, Mari, se encontró, con que ya estaban allí Luis Susaeta, Adela Cortés y Román, que asimismo, habían sido citados por el Dr. Perales.
Narciso al enterarse de que ya estaban todos los convocados, se puso el abrigo, cogió una cartera, se persignó y rezó una breve oración ante el cuadro de La Virgen del Perpetuo Socorro de la que era muy devoto. No solo hacía esto al salir o entrar de casa, cuantas veces fuese necesario, sino que en la calle, si veía cualquier representación de la Virgen allá que iba a rezar fervorosamente.
Subieron en el coche de Rafael Sánchez Plaza, dirigiéndose al Ministerio del Interior, cerca de la Plaza de Colón.
Al llegar allí, Narciso les dio instrucciones para que, al pasar la entrada,  si el policía de guardia les preguntaba algo que no se detuvieran. Su destino era el despecho del Director de Política Interior, Sr. De La Oliva.
El policía debía estar alertado porque con motivo del caso del nombre, Narciso ya había tenido algún conato con funcionarios de ese Ministerio.
Nada mas ver entrar a los cuatro falangistas, el policía se dirigió a Narciso, que se hizo el remolón, mientras los demás pasaban a paso ligero. Lo mismo hizo él, que tras saludar al policía, pasó como una exhalación escaleras arriba.
Una vez en el piso superior, todos juntos, llegaron al despacho del Sr. De La Oliva, irrumpiendo como un elefante en una cacharrería.
Excuso decir la cara que se le puso al anfitrión. Narciso, con toda la amabilidad del mundo, le dijo que estaban allí al objeto de que le facilitara un escrito reconociendo que el nombre en litigio le pertenecía al grupo liderado por Pedro Conde y que no saldrían del despacho sin el documento en cuestión.
La cara de aquel hombre era todo un poema. Nervioso, le contestó, que el escrito tendría que redactarlo y que eso llevaba tiempo. “Pues esperaremos.” Y dirigiéndose a Román: “Román atranca la puerta” “A tus órdenes, Narciso, dijo Román mientras atravesaba un armario delante de la misma.
Con mucha delicadeza cogió por el brazo a De la Oliva y le pidió que se levantara y le dejara su mesa y el teléfono porque necesitaba hablar con algunos pacientes. El otro se levantó y Narciso comenzó su ronda médica desde el teléfono del despacho. Al terminar, le dijo, que para facilitarle la labor, él mismo le iba a redactar el documento, para que no se molestase.
Al terminar la redacción, entregó el borrador al político, que pidió le dejaran salir del despacho para que un funcionario lo pasase a limpio. “No se preocupe Vd. Porque mientras no vuelva, nosotros nos quedamos aquí”
Pasó un rato y en estas que apareció el Sr. De la Oliva con el supuesto documento, que le entregó a Narciso. Por supuesto, Román tuvo que retirar el armario parar que accediera al despacho.
Narciso, con mucha parsimonia, leyó el documento y al terminar le comunicó, que sintiéndolo mucho, alguien había cambiado lo que él había escrito y que por lo tanto no lo aceptaba. “Pero hombre, Dr. Perales, no me haga Vd. Eso. No ve que no puedo ofrecerle mas.” 
“En ese caso, continuaremos aquí. Le voy a poner en antecedentes da la situación para que sea consciente de que no bromeamos. Como Vd. Sabe, yo soy médico y he tenido que dejar abandonados a una serie de pacientes. Este señor, debe de incorporarse a su trabajo lo antes posible. La señorita, estudiante de Derecho, tenía que estar estudiando de cara a los exámenes. Y esta señora, ha dejado a sus hijos la víspera de Reyes y me ha acompañado. Por último, decirle, que este joven –Román era como un ropero de dos puertas- es de los mas pacíficos que tenemos. Pero si le digo que le tire por la ventana lo hace inmediatamente” “A tus órdenes, Narciso, dijo Román, mientras abría la ventana” “No, Román espera un poco” Al Sr. De La Oliva le palideció la cara aún mas.

Esta anécdota continuará en sucesivas entregas para no cansar demasiado a los visitantes del blog. Si escribo con tanta propiedad, como si hubiese estado allí, es que mi mujer me lo ha contado varias veces con todo lujo de detalles. Suerte de tener una mujer camarada
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