INDEFENSION
Hay diferentes aspectos en la vida de una persona en
los que, por diferentes motivos, se siente indefenso. Ocurre ya en la mas
tierna infancia si sus padres, los encargados de su desarrollo social,
despareciesen y lo dejasen a su libre albedrío. Lo mas probable es que el niño
crezca acechado por elementos peligrosos que irán minando su resistencia. El
final es fácil de deducir: el niño, con el paso de tiempo, se convertirá en un
ser temeroso e indeciso, presa fácil para los dirigentes de un modelo de
convivencia gregario y sin sustancia.
En España, abunda esta clase de seres que no han
tenido la oportunidad de gozar de una tutela y a la menor dificultad, adopta la
fórmula del avestruz: esconder la cabeza y que sean otros los que deshagan el
entuerto.
Esta posición cómoda de que los problemas se
resuelvan con el tiempo y que además sean otros los que tengan el poder
decisorio, les ha sido útil en la época de bienestar ficticio que parecía no
tener fin.
De pronto, el indefenso ha caido en la cuenta de que
sus “protectores” no lo eran de por vida y al menor revés le han dejado
abandonado a su suerte. Espantado ante esta nueva realidad, vaga errático en
busca de un espacio libre de preocupaciones con la única pretensión de que
nadie le perturbe y le lleve a un mudo real, en el que tendrá que afrontar los
problemas que le surjan sin ayuda de nadie.
Nada resulta mas elocuente que ver a los indefensos
con actitud de agobio, esperando a que un nuevo modelo de vida, acuda a su
rescate y le libre de su angustia.
Ese grupo de rescate, que por diversas causas ha
permanecido aletargado casi desde que una mente privilegiada lo concibió como
elemento vehicular para la regeneración de todos los estamentos sociales, si
tiene la humildad y generosidad de anteponer los intereses generales de España
y los españoles a los suyos propios o de tribu, estaremos a tiempo de
reconducir el camino equivocado que nos lleva al desastre.
No me cansaré de decir, que no son momentos de
conmemoraciones pasadas ni de homenajes póstumos a aquellos que desde los luceros
hacen guardia y permanecen expectantes a que alguien levante la bandera y regresando
a su origen, solo para hacer un mapa conceptual ideológico que tendrá que desarrollar
posteriormente y de ninguna manera sentarse al inicio del camino, esperando que
la Providencia nos mande a otro hombre similar al que no le dejaron culminar el
cuadro del que solo trazó unas líneas, porque es misión imposible: no hay
ninguno ni se le espera.
Esta es una misión de índole general, a la que todos
y cada uno del grupo revolucionario están llamados, con la única condición de
no desvirtuar sus fundamentos irrenunciables. Lo demás, es discutido y
discutible como dijo el nieto del capitán Lozano
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