DOS FUERZAS DIFERENTES
Existen dos clases de fuerza: la fuerza de la razón
y la razón de la fuerza. Parece mentira que con solo cambiar el orden de las
palabras que conforman la frase, varíe drásticamente el significado de la
misma.
Entiendo por fuerza de la razón, aquella que
mediante un planteamiento lógico y racional de un tema concreto, se somete este
al análisis y discusión con los demás y por último se llega a un mutuo acuerdo,
que será más fácil de alcanzar si ambas partes no pretenden poseer la verdad
absoluta.
Es humano y hasta cierto punto lógico que alguna vez
creamos tener el suficiente conocimiento del origen y desarrollo de las cosas
que nos legitime como los únicos dueños de su interpretación y significado.
Al caer en este error, las personas que así se
comporten, están menoscabando el buen criterio y la sapiencia de otras, por el
simple hecho de no coincidir totalmente con su criterio por muy respetable que
este sea.
La cuestión se resolverá felizmente si el error se
corrige con el planteamiento lógico y racional antes referido. La culminación
del encuentro final será el triunfo de la fuerza de la razón.
En las antípodas del comportamiento descrito, se
encuentra lo que considero como la razón de la fuerza, que al contrario del criterio
anterior y sin ánimo de rectificar, sirve como referencia los que adoptan
posiciones de extrema intransigencia sin importarles la opinión de los demás.
Opción que por las buenas estaría condenada al
fracaso. Pero que se convierte casi en infalible si los que la ejercen apelan a
la violencia física o moral para la consecución de sus propósitos. El
mantenimiento de este orden, el sometimiento de los demás merced a posiciones
dominantes que hace crecer a medianías sin cerebro, lo conceptúo como la razón
de la fuerza.
Si trasladamos las premisas expuestas al terreno de
la ciencia política, nos encontraremos con que, salvo en raras excepciones, las
actuaciones de los Partidos Políticos, van más en concordancia con el segundo
de los supuestos. Sea cual fuere la ideología que dicen representar tanto los
llamados de derechas como los que se autodenominan pomposamente de izquierdas,
desarrollan una praxis de sometimiento al adversario en la que no se contempla
el rectificar o admitir crítica alguna.
Ellos poseen la llave de abrir o cerrar la puerta de
pequeños grupos por el hecho de que estos propugnen sistemas políticos que no están tipificados
en los parámetros conocidos.
Grupos humanos con los que el someter a debate
aspectos de ideología y estrategia debería suponer un ejercicio de democracia y
flexibilidad por parte de los poderosos. Un poco de esta medicina quizá
serviría para encontrar un camino de salida al caos reinante.
El hombre, la persona humana, no tiene más remedio
de prepararse para un cambio profundo en su modo de vida. El actual sistema no
da para más. Quienes esperen que el 21N se inicia un cambio en profundidad en
los estamentos sociales de la nación, el tiempo juez inapelable los sacará
pronto de su error.
En tanto y cuanto, que los que tenemos algo distinto
que ofrecer, esperaremos con paciencia y espero con las ideas claras a que el
momento propicio que considero próximo, la buena gente llame a nuestra puerta
para interesarse por lo nuevo que podamos plantear. Seguro que será mucho.
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