EL TRISTE PAPEL DE LOS SINDICATOS (1ª parte)
La misión de los sindicatos es la defensa de los
derechos de sus afiliados frente a los intereses la patronal. Con este espíritu
fueron creados y así actuaron durante su primera etapa. El trabajador fue
pidiendo su afiliación, sabedor de que aunque la razón le asistiese poco podía hacer
individualmente frente a un adversario más poderoso.
Poco a poco, se fueron cumpliendo objetivos otrora
impensables gracias a la labor encomiable de hombre y mujeres dedicados sin
afán de lucro a luchar por las justas reivindicaciones laborales, tanto en
materia laboral como en otros aspectos implicados en el mundo laboral.
Por desgracia el colectivo sindical español es el que
paulatinamente, con el paso de los años, ha sufrido el mayor deterioro al
sustituir el espíritu y convertirse en
correa de trasmisión de los partidos políticos de izquierda, como ha sucedido
con CCOO y UGT. Excepción hecha de la CNT, que fiel a su historia no se sabe a
ciencia cierta cuáles son sus objetivos si es que su improvisación secular les
permite tenerlos.
Durante los 40 años del franquismo, por las
características del régimen la labor de los sindicatos estuvo supeditada a las
mismas. Franco convirtió el sindicalismo en corporativista al estilo del
fascismo italiano, armonizando capital con el trabajo El mundo laboral se desenvolvía en otros
parámetros y solo al final con la proximidad de la desaparición del general
Franco empezaron a tomar posiciones “los héroes obreros” es decir, los primeros
liberados y mientras que enviaban los trabajadores a huelgas salvajes, con la
merma correspondiente en sus ingresos, ellos cobraban sus salarios íntegramente
o en mayor cuantía. Sin entrar en otras consideraciones, es de justicia señalar
que durante esos cuarenta años solo dos motivos podían hacer que un productor
fuese despedido: significarse políticamente o robar en la empresa, no había más,
el puesto de trabajo estaba garantizado.
Fue en la transición en donde el modelo de
sindicalismo dependiente de los partidos alcanzó grandes cotas de poder y con
la complicidad de estos convertirse en los portavoces válidos del resto de sus
compañeros que no se percataban de las aviesas intenciones de los nuevos
redentores enviados por el Partido Socialista y el Partido Comunista, más claro
está, la CNT que se había convertido en casi testimonial, permitiendo el incalificable
reparto del llamado patrimonio histórico merced al cual UGT y CCOO recibieron
como maná del cielo posesiones inmobiliarias por doquier. Siendo benévolo, voy
a convenir, que UGT tuviera sedes antes de la guerra, pero que alguien me
aclare el misterio de como es posible devolver algo a alguien que reclama cosas
anteriores a su creación. Mientras su tonto útil, la CNT, veía como a ellos, en
la misma situación que UGT con le correspondía ni un ladrillo.
Asi llegamos al comienzo de la transición que merece
un capítulo en profundidad.
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